5.15.2010

Vayámonos educando.

La celebración del día del maestro generalmente pasa desapercibida. Pero si reflexionamos en la importancia que tienen los maestros en el futuro de nuestro país, quizá podríamos dedicar un poco más de tiempo a reconocer su labor.

Con esto no quiero decir que la educación en México sea un estándar de excelencia o algo de lo cual presumir.

La educación, aunque en gran parte recae en los maestros, la mayoría de las veces sufre de una falta de elementos de calidad con los cuales instruir a los alumnos. Empezando por los famosos planes de estudio de la SEP. A quién, en su sano juicio, se le ocurre que el primer libro que deben de leer los recién graduados de la primaria, entrando en la época menos productiva de la vida intelectual de un ser humano "la adolescencia", el poema del Mio Cid. Es la mejor cura que existe para no volver a tomar un libro nunca. Además de que existe una extensa gama de literatura juvenil para enganchar a los jóvenes a que se vuelvan ávidos lectores.

Otra de las aberraciones del sistema educativo mexicano es dejar de lado el análisis y estimular el aprenderse las cosas de memoria. Esto solo vuelve al cerebro un disco duro de información, la cual sin análisis no sirve de nada. En la época en la que los jóvenes cargan con Google y Wikipedia en su celular, es simplemente una pérdida de tiempo.

Y ni entrar en el tema de los sindicatos, Elba Esther o los paros de maestros que solo cooperan a que mantengamos un promedio bajísimo de días efectivos de clase, lo cual nos hace cada vez menos competitivos en un ambiente laboral globalizado.

Dejando todo esto atrás, quiero felicitar al maestro que se levanta temprano, prepara su clase, es crítico del sistema y lo aprovecha para enseñar más allá de los libros gratuitos de texto, que ocupa sus ratos libres para aconsejar a los alumnos y sus noches para calificar exámenes con una nota personalizada que motiva a estudiar más.

Felicidades por el doble esfuerzo de ser maestro y hacerlo en este país con tan poco apoyo a la educación.

Nadie...

5.01.2010

Generación del sandwich

Los jóvenes de treinta y tantos años, como un servidor, somos la generación del sandwich. Nuestros padres fueron educados bajo las reglas y normas de una sociedad tradicional que luchaba contra ideales de cambiar al mundo, de rebelarse. Pero después se ajustaron a la sociedad, cambiaron y se volvieron exigentes. Casi con miedo de que la historia se repitiera y siguiéramos sus pasos, sus ideales.

La nueva generación, nuestros hijos y sobrinos entre diez y veinte años, son una generación igual de exigente. Quieren respuestas inmediatas, tan rápidas como les responde Google o Twitter. Exigen atención, honestidad y calidad de vida. Nos culpan por destruir su planeta, por desaparecer a las especies animales, por no gobernar con igualdad para todos, por dejarles un futuro incierto.

Estamos atorados entre dos generaciones exigentes que nos ayudan a acumular estrés, nerviosismo y neurosis.

Por otro lado somos la generación que se colgó del cambio tecnológico, de milagro. Aprendimos, con mucha más dificultad que los niños del nuevo milenio, a utilizar la tecnología para hacer al mundo un lugar más eficiente, más productivo y mucho menos personal. Nos "comimos" a la generación de arriba. Una generación que se basaba en el diálogo, los ideales, la negociación. Una generación en la que las personas valían por sus ideas y no como la nuestra, en la que las ideas tienen que tener un valor monetario.

La generación del sandwich, entre el fax y el Wii, entre el ´68 y el abstencionismo, entre los hippies y los queer, entre Los Beatles y Lady Gaga.

Todavía no creemos que somos la generación parte aguas de la historia contemporánea, la que definirá el futuro de nuestro planeta. Todavía no creemos que nuestra forma de gobernar y administrar definirán el rumbo de la humanidad a muy corto plazo.

La generación del sandwich, que le toca decidir por los de arriba y los de abajo. La que le toca definir el camino a seguir. La generación del sandwich, qué estrés.

Nadie....