8.20.2006

Suben

Existe un aparato que acaba instantáneamente con la simpatía y cordialidad de los mexicanos. Este es un cubo de hierro que tiene la capacidad de aislar por completo a los que entran en él, borrando toda capacidad de espontaneidad. Este monstruo se llama elevador.
Sigo sin entender por qué los elevadores nos imponen de tal forma que parece que está prohibido relacionarse o hablar con las personas que compartes el espacio, no importando que sea por muchos pisos o sólo por un nivel. El entrar al elevador nos vuelve zombis con la mirada fija al suelo, techo o los números que van cambiando conforme pasan los pisos.
Tampoco importa si la distancia entre una persona y otra sean menos de 5 centímetros y tengamos la respiración de la misma en el hombro. El chiste es que pasen esos incómodos segundos lo más rápido posible para poder salir de ahí como si nos hubieran liberado después de años de cautiverio.
Ahora entiendo por qué hace algunos años existía el trabajo de elevadorista, no era por qué las personas no pudieran apretar el botón del piso al que iban, mas bien era para animar el trayecto y platicar con los pasajeros.
Yo por lo pronto, la siguiente vez que me suba a un elevador me voy a presentar con todos lo que estén adentro y así a lo mejor rompo con un encanto que nos mantenía congelados por años.
Nadie...

1 comment:

Andrea R A said...

..Hola, tienes toda la razón... hay veces que la gente como que se traba y no son capaces de dar ni una sonrisa... : )

luego de tu blog, yo tambien voy a saludar, platicar y sobre todo humanizar... a ese mostruo de metal que nos come la lengua : )

me ha gustado tu blog...: ) saludos...